Sunday, April 29, 2007

Nocturno

La noche no sabía
que mil caballos golpeaban a sus puertas.

Cómo iba a saberlo
si era una nohce muerta,
llena de caracoles amarillos
y con una terrible luna negra.

La noche no sabía
que mil caballos lloraban en la selva;
que los todos horribles de la muerte
mugían en el agua siniestra.

Cómo iba a saberlo
si era una noche muerta
inundada de salmos misteriosos
murmurados al fondo de la selva.

La noche no sabía
que se habían muerto todas las estrellas:
que los toros horribles de la muerte
mugían en el agua siniestra,
y que en el cielo había
una terrible luna negra.

Morelia, septiembre 5 de 1954

Ramón Martínez Ocaranza