--¿Quiéres que vayamos a otros sitio?-- preguntó.
--No, no-- dijo ella---, tu casa está bien.
Ambos callaron mientras el automóvil se deslizaba con una naturalidad sorprendente por entre el enloquecido tráfico de la media tarde. Los conductores regresaban al hogar tras habersae ganado la vida honradamente, pero sus rostros --más que cansancio-- reflejaban hastío y desinterés, y parecían ajenos a la primavera que acababa de estallar.
Juan José Millás