Wednesday, August 30, 2006

Tantadel (primeras tres páginas)

Cómo iniciar la narración. Me prometí objetividad, más que eso: me exigí veracidad, contar las cosas tal como sucedieron, ser honesto, sobre todo hablar de los sentimientos y pasiones que movieron cada acto de mi relación con Tantadel, los pensamientos que nunca se convirtieron en palabras o en hechos, que permanecieron agazapados entre actitudes falsas o detenidos antes de llegar a la superficie por causa de la cobardía de seres lamentablemente conformados. ¿Podré hacerlo? Hay cosas que parecen irreales, producto de la imaginacón, de una imaginación fatigada de trabajar en busca de un mundo habitable. Lo que me detiene quizá ser el hilo de los sucesos, los recuerdos no fluyen en línea recta ni con la exactitud necesaria. Tampoco puedo precisar cuándo nació la idea o la inquietud de escribir esta historia: de dónde el deseo de ponerla en cuartillas, revisarla y, secretamente, aspirar a los lectores, uno, dos, cinco, diez, sólo Tantadel, los que sean: nadie escribe para sí mismo. En fin.

Conocí a Tantadel en la escuela: efectivamente: ahora la veo: está en el jardín, junto a la biblioteca, borrosa, distingo su sonrisa; a su alrededor no hay nadie: es extraño, debería haber clases y maestros y alumnos: yo mismo no aparezco por ningún sitio; ella habla y gesticula; no escucho sus palabras, ignoro qué dice, a quién se dirige, cuáles son los tipos que la oyen y la miran. Su sonrisa es brillante aunque no basta para disipar las brumas, esa neblina molesta que la rodea o protege y le concede su aspecto fantasmal. Después, la figura se desvanece y no vuelvo a verla, no vuelvo a saber de Tantadel. Ya no ocupa otro espacio en mi vida ni en los recuerdos que conforman mi pasado, mi memoria. Luego, cinco años más por azar y por Ignacio (quien me fue presentado en una reunion de ex alumnos de Ciencias Políticas), la reencuentro; él pronuncia de nuevo el nombre mágico: Tantadel.

(Tantadel, ¿mujer o título de unas hojas?, ¿ambas cosas? ¿La habré imaginado o en efecto existió y juntos dimos origen a una pesadilla dantesca llevando el infierno a cuestas? ¿O escribí sobe un ser ficticio que ahora ha cobrado vida, como la estatua de Pigmalión? Si fuera esto último, ¿deberemos unirnos para convertir en realidad la fantasia y cumplir cabalmente con lo escrito: ocupar un tiempo lleno de absurdos, caótico, y luego reproducirlo en cuartillas? ¿Qué fue primero: Tantadel o estas páginas? ¿Cómo podría saberlo? De no aclarar la interrogante tal vez concluya dudando de mi propia existencia.)

Ignacio, casi al llegar a mi casa: ¿Recuerdas a Tantadel?
Francamente no, pero el nombre me es familiar, no es común.
Ella se acuerda de ti.
Hice un esfuerzo, nada.
Participaba en actos políticos y culturales y andaba con los puros snobs de humanidades.
Tampoco.
Bueno, prosiguió Ignacio, la veremos mañana: hay una fiesta y Tantandel irá.
Lo que presupone que nosotros también iremos , ¿no?
Sí, habrá trago y muy buenas niñas de la Universidad.
Eso me convenció. El exhibicionismo de nuestros recién enriquecidos había llegado al colmo de sacar a sus hijas de las escuelas confesionales para meterlas en la Facultad de Filosofía y Letras o en Ciencias Políticas. Es más elegante, dije casi indignado, y al concluir sus pésimos estudios pueden emplearlas en altos cargos gubernamentales.

René Avilés Fabila

Saturday, August 12, 2006

[Hay magia en todo...]

Para el hedonista sin remerio y para Efraín Huerta.
(Este poema debe decirse levantando un dedo admonitorio)

Hay magia en todo,
aun en las llamadas más triviales,
en la espera confusa en esas catedrales
que son los aeropuertos
o en esos aeropuertos que son las catedrales.
No existe el tedio.
Saltamos la cuerda prodigiosa
de los deslumbramientos,
comemos nuestro pan
y nos sentamos a sentir la noche.
Vemos un rostro, un verso,
tomamos el camión
y nos reímos al recordar
una canción dormida
en un pliegue del alma.
Todo, hasta lo útil, se condensa
en la lenta substancia de ese sueño.
Lo demás es terreno que ocupan los ejércitos
de lo desconocido y poco nos importa.
El hombre está en la tierra,
"lo demás es silencio".

Hugo Gutiérrez Vega
del libro Meridiano 8-0

De Más que humano

No parece así al principio, porque el paciente se presenta con toda clase de fantasías, caprichos y extrañas experiencias. Pero todos vivimos en un mundo semejante.

Theodore Sturgeon
del libro Más que humano

Del amor y otros demonios

Hablaban hasta el amanecer, sin ilusiones ni despecho, como un viejo matrimonio condenado a la rutina. Creían ser felices, y tal vez lo eran, hasta que uno de los dos decía una palabra de más, o daba un paso de menos, y la noche se pudría en un pleito de vándalos que desmoralizaba a los mastines.

Gabriel García Márquez
del libro Del amor y otros demonios