Friday, December 08, 2006

Una carta demasiado tardía

Contudo, esto é uma carta.
Carlos Drummond de Andrade
Carta

No sé en verdad si esto sea una carta.
No sé si disculparme por el retraso
de la explicación, ni si te importan
disculpa o explicación ¿Para qué
hacerlo después de veintisiete años
cuando ya una vida se hizo o se deshizo
y nosotros sólo soñabamos hacerla?
Quizá por eso. Quizá porque contigo
yo habria hecho una vida real
y no este mundo sin casa que he deshecho.
desde hace días o semanas
los recuerdos me ciegan como un pozo,
y vuelves callada, quieta,
inmensamente quieta y luz en el diciembre
horizontal y frío, y allí te quedas.
A cierta edad los recuerdos se vuelven
como las flechas de San Sebastián
pero disparas sólo al corazón.
Tenías diecisiete años,
edad clarisima de las ventanas,
y eras tenue para que los álamos no olvidaran
esbeltez ni linaje de luna.
Podría decir, con el estilo del melodrama
mexicano: "Amaba a otra", y era cierto,
humanamente cierto, pero ahora aquí,
queriendo ver desde mi casa las montañas
del Ajusco, me digo, me digo que eras
la que pudo dar, no el país de maravillas
(como tu nombre lo dice), pero sí
una vida lúcida, leve, quizá feliz.
Eso me hago suponer. Supongo.
Creo sentir alivio al escribir estas líneas.
Son del todo sinceras pero inútiles,
porque lo que fui destruyendo
no se puede explicar en un poema.
Tampoco me sueño en sueños de entonces,
porque ya hace años, cinco o diez, que no
tengo sueños. Tampoco me hago ilusiones,
aunque lo diga a menudo, sabiendo que engaño
o me engaño, mientras miro mi cuerpo como reloj
que marca las cinco y media de la tarde.
Hoy por hoy sólo aspiro a terminar una obra
(mala o buena), hacer a los otros algún bien
en lo que puedo, y viajar por un mundo que
a veces me cansa más de lo que me maravilla.
No sé, como te dije, si esto sea una carta.
Tal ves no la vayas a leer (lo más probable),
y no sé si decir: "Te quise" o "Me equivoqué",
o "Cómo quitarle la begonia". No sé siquiera,
no sé, qué fue del bosque cortado a ras de bosque.
No lo sé. Pero te dejo estas líneas:
Tómalas, aunque no las leas.

Marco Antonio Campos
de Los adioses del forastero